Texto y fotos de Alfonso Sampedro

Siguiendo en su línea de promocionar la enseñanza de la fotografía a través de los viajes, Photoplanet viajes fotográficos inauguró el año con un corto pero sustancioso periplo por la ciudad de Marrakech. Fueron para 16 amantes de la fotografía cuatro intensos días recorriendo una de las ciudades más importantes de Marruecos que cuenta en la actualidad con cerca de millón y medio de habitantes.

Una ciudad que no se entrega fácilmente al recién llegado, pero le impresiona. Una ciudad que se deja desear y a la que hay que ir cortejando poco a poco. Dos mundos conviviendo en un mismo entorno, el de modernas edificaciones y tiendas del más alto standing y otro mágico, maravilloso y asombroso que será el que embelese a quienes lo visiten.

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Mujeres a primera hora en plaza Djemaa El-Fna

Es en la Medina donde se respira ese ambiente mágico a la vez que seductor. Para comprenderla no hay más remedio que sumergirse entre el gentío y recorrer sus intrincadas calles en un vagabundeo infinito. Quienes se adentren en este laberinto interminable de travesías, pasadizos y callejones no se verán decepcionados ya que recorrerlos será un verdadero placer para los sentidos y para el objetivo de la cámara.

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Una experiencia tanto personal como fotográfica la de bucear en esa confusión orgánica donde oscuros callejones y estrechas calles se pierden en enigmáticas curvas en las que, de repente, aparecen misteriosos personajes ataviados con sus típicas chilabas. Muchos de ellos protegen sus rostros con esas capuchas picudas que les imprimen un carácter misterioso mientras te recriminan por intentar hacerles una foto, aunque no sean ellos los protagonistas de estas.

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Sorprende la ayuda desinteresada que algunos ofrecen al desconocido guiándolo por callejuelas, tiendas y oscuros firmamentos haciéndole descubrir lo que otros muchos no verán. Lo que sí se le revelará al final del recorrido es que esa ayuda no era tan desinteresada. Dinero y más dinero piden a ese desconocido que han guiado a través de su ciudad. Lo malo de todo ello es que, le des lo que le des, nunca estarán satisfechos con la cantidad y querrán más. A pesar de ello, un agradecimiento a todos esos guías improvisados por enseñarnos las interioridades de esa gran ciudad.

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Panadería en la Medina

A medida que se recorre la Medina, se van visitando los zocos, lugares que son más que un mercado. Una experiencia irrepetible donde el desorden y el tumulto son el alma del lugar. Motos y bicicletas serpenteando por las calles, carros tirados por un hombre y cargados de mercancías se mueven con facilidad admirable hasta llegar a su destino. Los zocos son una aventura, aunque no se compre nada. Olores de especias y cítricos, perfumadas flores, tiendas de todo tipo (carne, comida, libros, golosinas, ropa, maletas, mochilas, babuchas de mil colores hábilmente dispuestas), artesanos trabajando el hierro o la madera o la diversidad de personas con las que te cruzas en ese andar perdido serán los verdaderos protagonistas de tus imágenes.

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El zoco

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Tienda en el zoco

Djemaa El-Fna

Djemaa El-Fna, la gran plaza de Marrakech, es sin duda uno de los sitios más inquietantes y punto de referencia para todos. Una plaza en la que la actividad es continua, que va mutando a lo largo del día sorprendiendo al visitante en cada rincón al que se dirija. Es un lugar magnético en el que, como si de una feria se tratara, un variopinto cúmulo de personajes se distribuyen a lo largo y ancho haciendo las delicias de los paseantes y de las cámaras, las cuales deberán rendir su correspondiente tributo por cada fotografía tirada, tributo que como siempre será insuficiente.

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Plaza Djemaa El-Fna

El día comienza con una plaza semivacía que poco a poco se va llenando de un variopinto cúmulo de actores. Mujeres cuyo negocio será decorar con henna las manos de las turistas, vendedores de frutos secos dispuestos de forma tan ordenada que incitan al fotógrafo a buscar un pattern, encantadores de serpientes que aparentan hipnotizar a una o varias, en su mayoría cobras, tocando un instrumento llamado pungi. Es un típico espectáculo en el que estos encantadores realizan actos aparentemente peligrosos como llevarse la serpiente a la cara, enfadarla hasta conseguir que muerda el gorro que le cubre su cabeza y, como buen actor, realizar tantos aspavientos que a veces llegan a asustar al inesperado mirón. Por supuesto, fotografiarles es difícil si no se está dispuesto a cumplir con el requisito de pasar por caja. Es su negocio y velan por él.

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En los laterales de la plaza, vendedores de zumo de naranja instalados permanentemente en sus caravanas llaman la atención de los transeúntes. Limpiabotas, barberos, echadores de cartas y domadores de simios completan el escenario. A medio día, cuando el calor aprieta, entran en escena los aguadores, quienes gracias a su indumentaria kitsch ganan más dejándose fotografiar que vendiendo agua.

A determinada hora destacan los gnauas, descendientes de esclavos procedentes del África negra. Se distinguen sobre todo por la música que emiten a base de tambores y de crótalos de metal, semejante a las castañuelas, mientras hacen girar sobre sus cabezas la borla de sus bonetes o de forma individual efectúan algún solo de baile.

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Grupo gnauas

Según se va poniendo el sol, el decorado cambia. Numerosos puestos de comida se levantan donde antes otros actores animaban el espectáculo. Largas mesas cubiertas con hules blancos reflejan la luz de las lámparas que alumbran el lugar donde se come codo con codo y donde el humo pasa a formar parte ineludible del escenario. Todo un espectáculo que contemplamos desde las terrazas de cafeterías anexas donde aprovechamos para captar la exhibición de color que proporciona la plaza en la maravillosa hora azul.

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Restaurantes en la plaza Djemaa El-Fna

Los curtidores

Si hay algo que impresione es la zona de los curtidores, donde se puede contemplar el ciclo que separa las pieles del producto terminado. No se trata de una fábrica o una atracción turística, pero sí de una de las cosas más auténticas de Marrakech. El proceso comienza con las pieles en cal viva para eliminarles los pelos; continúa en pequeñas piscinas con  excremento de paloma donde un hombre sumergido hasta medio cuerpo intenta quitar los malos olores; le siguen las bañeras redondas donde las pieles son teñidas; y finaliza el proceso con el secado. Una labor agotadora en la que se trabaja en precarias condiciones y donde los empleados son expuestos a fuertes productos químicos, sin a primera vista grandes medidas de protección.

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Panorámica zona de curtidores

La visita termina en una tienda cercana desde donde podemos realizar algunas panorámicas del proceso, ya que in situ es imposible ante la expresa negativa de los trabajadores.

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Detalle zona de curtidores

Yincana fotográfica

Una innovación en este viaje fue la de realizar una yincana fotográfica en la que, divididos en grupos de cuatro, nos lanzamos a lo largo del día a la caza y captura del tema facilitado. Eso sí, dejando tiempo para comer y reponer fuerzas. Se definieron puntos de entrega con la obligación de ser puntuales y facilitar una foto por tema. Estas fotos serían debatidas por la noche en una amena charla fotográfica, regada con vino y ron importado directamente de España (en Marruecos es difícil encontrar alcohol). De este debate saldrían los ganadores, premiados con un sonoro aplauso.

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Foto David Bernal (yincana,  ganadora del tema “calle”)
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Foto Laura Casas (yincana,  ganadora del tema “objetos típicos”)
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Foto Alfonso Sampedro (yincana,  ganadora del tema “retrato”)

Marrakech tiene otras atracciones turísticas por las que pasamos de puntillas, ya que el verdadero espectáculo estaba en sus calles, en esa Medina donde puedes estar horas y horas a la búsqueda y captura de imágenes. Una ciudad que no dejará indiferente a nadie que la visite.

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Foto Alfonso Sampedro – Palacio Badia
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Grupo en la plaza Djemaa El-Fna – Foto Pilar Nieto (detrás de la cámara).

Atrás, de izquierda a derecha: Jorge Pozuelo, Almudena Plaza, David Bernal, María Dirube, María José González, Alfonso Sampedro, Mª Alejandra Guastavino, Beatriz García, Laura Casas y Sylvie Puillet.

Delante, de izquierda a derecha: Pablo Arroyo, Juan Ollero, Ramón Perea, Arantxa Herráez y Alejandro Rodríguez.