Texto y fotos: Alfonso Sampedro
¿Cómo definir Colombia, un país tan extenso y variado y tan lleno de contrastes? Marta Granados, diseñadora gráfica colombiana, nos lo resume en uno de sus libros: “Colombia es agua, Colombia es energía, Colombia es verde, Colombia es esperanza, Colombia es fauna, Colombia es flora, Colombia es libertad…”. Colombia es todo eso y mucho más. El país del café y de las esmeraldas es realismo mágico. Nuestro recorrido por estos lugares es un pequeño ejemplo de lo mucho que podrá descubrir el viajero que se decida a visitar estas tierras tropicales, en donde la temperatura del lugar está íntimamente relacionada con la altura sobre el nivel del mar en el que se encuentre, así que cuanto más alto se suba más frío se siente.
El viaje nos llevó a recorrer una mínima parte de ese inmenso territorio suramericano desconocido para muchos, visitando zonas tan distantes unas de otras, pero a la vez unidas en un común denominador: Colombia. Cartagena de Indias, Santa Fe de Bogotá y la selva amazónica serían en esta ocasión nuestros destinos, dejando para un futuro, esperemos próximo, otras zonas de este gran país.
Bogotá en hora punta
La ciudad heroica
Cartagena de Indias fue fundada en 1533 por Don Pedro de Heredia y declarada Patrimonio de la Humanidad en 1984. Ciudad señorial y legendaria fue una las más importantes de cuantas poseyó España en sus dominios. Desde este puerto, partían los barcos cargados con el oro de las colonias y arribaban los que volvían con productos europeos. Fue lugar codiciado por piratas y filibusteros, razón por la cual los reyes españoles decidieron amurallarla y rodearla de castillos o fortalezas para convertirla en un lugar inexpugnable. Entre esas fortalezas, destaca el castillo más importante construido por los españoles en el nuevo Reino de Granada: San Felipe de Barajas, ubicado en el cerro de San Lázaro y considerado obra maestra de la ingeniería militar de todos los tiempos.
Castillo fortaleza San Felipe de Barajas
Fue teatro de grandes hazañas bélicas como la vivida en el año 1741, cuando una flota inglesa, mucho mayor que la famosa Armada Invencible, se estrelló frente al coraje de un puñado de hombres comandados por Don Blas de Lezo, marino y estratega español al que le faltaba medio cuerpo, pero al que le sobraba mucho valor.
Cartagena, cúpula de la iglesia de San Pedro Alejandrino
Otro hecho de gran transcendencia para la ciudad, y por el que recibió el apelativo de “La Heroica”, fue el ocurrido tras su Declaración de Independencia de España en 1811, cuando el general Pablo Morillo, en su afán de reconquistarla, la asedió manteniéndola aislada durante más de 100 días, en los que sufrió los efectos epidémicos del hambre y la enfermedad y llevaron a los sitiadores a alzarse con la victoria. Se calcula que, durante este asedio, murió la tercera parte de la población.
Palenquera (vendedora de frutas)
En la ciudad antigua, como se conoce a toda el área urbana confinada entre las murallas y baluartes, se aprecia un conjunto arquitectónico homogéneo donde casi todas las construcciones nos recuerdan la arquitectura andaluza de grandes portones y balcones volados e interiores con jardín central. Fuera de sus murallas, bulle una ciudad moderna con maravillosas playas en las que poder refrescarse de ese calor intenso con el que a diario conviven sus habitantes.
Cartagena, calle de la ciudad antigua
Cartagena, vistas desde las murallas (al fondo, zona residencial de Bocagrande)
Cartagena, Plaza de la Aduana
Muy cerca de Cartagena y lugar digno de ser visitado, se encuentran las islas del Rosario, un archipiélago paradisiaco de formaciones coralinas y aguas transparentes ideal para el descanso y para la práctica de actividades acuáticas.
Islas del Rosario
Santa Fe de Bogotá
A 2.600 metros, más cerca de las estrellas y asentada en una extensa sabana perteneciente a la cordillera oriental andina, se encuentra la “muy noble y leal ciudad de Santa Fe de Bogotá”, capital de la República. Urbe con cerca de ocho millones de habitantes, fue bautizada por el humanista Menéndez Pelayo como la “Atenas sudamericana”, en honor a la cultura que desde esta ciudad se emana y donde los bogotanos se jactan y enorgullecen de hablar el mejor español del mundo.
Bogotá, vista panorámica desde el cerro de Monserrate, a 3.150 metros
Bogotá presenta un desarrollo urbanístico dinámico y en permanente cambio, donde centros financieros o industriales y grandes franjas residenciales se mezclan entre sí dando lugar a un conglomerado de contrastes. A pesar de este crecimiento, se ha logrado, no sin grandes esfuerzos, conservar y restaurar parte de la arquitectura colonial; un ejemplo de ello es el céntrico barrio de la Candelaria, un oasis con sabor a historia pasada rodeada de modernidad. Barrio en el que coloridas casas conviven con modernas bibliotecas como la Luis Ángel Arango o museos como el de Botero, enclavado en una casona colonial que funcionó hasta 1955 como Arzobispado de la ciudad.
Bogotá, moderno edificio en el centro internacional
Bogotá, barrio de La Candelaria (Fachada del Museo Botero)
Como explica el propio museo en su página web, “en el año 2000, el artista Fernando Botero donó al Banco de la República una colección de arte de 208 obras, 123 de su propia autoría y 85 de artistas internacionales”, siendo para el propio artista “un placer infinito saber que estas obras pertenecen hoy a Colombia…”.
Bogotá, Museo Botero
A pocos pasos del Museo Botero, se encuentra la Plaza de Bolívar, centro de la ciudad donde se conjugan pasado y presente y donde lo religioso se mezcla con lo político. Plaza rodeada de formidables construcciones neoclásicas como la Catedral Primada, el Palacio Arzobispal o el Capitolio Nacional (sede del Congreso de la República), edificios todos ellos que le imprimen al lugar una aire de grandeza. Cierran el contorno de la plaza el edificio Liévano, sede de la Alcaldía, y el Palacio de Justicia. Este Palacio fue destruido el 6 de noviembre de 1985 como consecuencia de la toma que la guerrilla del M-19 llevó a cabo, y la posterior retoma por parte del Ejército, dando lugar a una cruenta batalla que se prolongo por más de 28 horas y que se cerró con cerca de 100 muertos y 12 desaparecidos, entre militares, guerrilleros y civiles.
Bogotá, Capitolio Nacional
Muy cerca de allí, la leyenda del Dorado toma vida en el Museo del Oro, que alberga la colección más grande de piezas de oro del mundo y cuyo grupo de piezas de orfebrería precolombina es la más importante también del mundo. Nadie que visite la ciudad puede dejar de admirar este compendio de historia.
No se puede abandonar la ciudad sin antes darse una vuelta por la población de Zipaquirá, localizada a unos 45 kilómetros de la capital. Es famosa no por sus plazas o sus casas coloniales, que también, sino por las salinas que ya explotaban los indios del lugar antes de la llegada de los españoles, y por la Catedral de Sal labrada sobre la misma roca de la mina, verdadera joya de la ingeniería que la hace única.
Zipaquirá, Catedral de Sal
Amazonía colombiana
En el otro extremo del país, a 730 kilómetros al sur de Bogotá e incomunicada por carretera, se encuentra Leticia, capital del departamento del Amazonas y puerto fluvial sobre el rio del mismo nombre. La amazonia colombiana es un destino increíble para todos aquellos que busquen tener contacto extremo con la naturaleza y conocer algunas de las culturas más representativas del país.
Leticia, puerto pesquero sobre el río Amazonas
Leticia, ciudad hospitalaria y confortable, es además un activo centro de comercio rodeado por caminos que conducen a la espesura de la selva. En sus muelles, se encuentra la línea imaginaria que divide, en lo que se conoce como trapecio amazónico, las fronteras de Colombia, Brasil y Perú.
La actividad económica de toda la región gira en torno a la pesca, la explotación de la madera, la extracción del caucho, el comercio y, por supuesto, el turismo ecológico y de aventura.
Son muchas las cosas que pueden sorprender a quienes visitan esta apartada región del país. Aquí habita el mono más pequeño del mundo, conocido con el sobrenombre de “titi”, y florece la victoria regia, el loto más grande del mundo. Incluso navegando por el ancho río o por sus afluentes, puede uno tener la inmensa suerte de tropezarse con el delfín rosado y verlo emerger airoso de las oscuras aguas del Amazonas.
Amazonas, victoria regia
Amazonas, turistas en la isla de los micos
Amazonas, isla de los micos
La Amazonia es, de por sí, una zona poco poblada en la que habitan grupos indígenas como los ticuna, huitotos o los mayuranas, que aún conservan sus mitos, rituales y tradiciones ancestrales y a los que es interesante, por no decir obligatorio, visitar.
Niño en la puerta de su casa en Puerto Nariño, a tres horas en lancha desde Leticia
Guiados por un indio ticuna y tras una larga marcha de más de tres horas por la tupida selva, en la que nos iba enseñando cosas inverosímiles (como una rana que apenas se distinguía del suelo, unas enormes arañas que hacía salir de su escondrijo o unos extraños árboles que se ocultaban tras otros más extraños), llegamos a un poblado también ticuna en el fuimos recibidos entre sonrisas por parte de los adultos y una gran algarabía por parte de los niños.
Amazonas, familia de poblado ticuna
Fue una tarde agradable en la que nos enseñaron orgullosos lo mucho o poco que tienen, que más bien es mucho. Nos explicaron las jerarquías del poblado, las formas para educar a los niños, los trabajos de los que viven y nos obsequiaron con pulseras de la buena suerte que una india nos iba colocando en nuestras muñecas. Nos ofrecieron, a unos precios irrisorios, pequeños objetos de artesanía que gustosamente compramos y que hoy exhibimos con orgullo.
Chaman
La verdadera aventura la tuvimos al regreso. En medio de esa selva tan tupida, no nos enteramos de que llovía; se escuchaba su ruido, pero nada más. Fue nuestro guía el que nos alertó y nos aconsejó protegeros porque, en cuestión de segundos, lo que antes era solo ruido se convirtió en una lluevia torrencial.
Lo bueno se termina, pero nos quedan los recuerdos en forma de fotografías: retratos, paisajes, platos típicos… Podemos afirmar, como muchos ya lo han hecho, que “Colombia es, sin duda, el secreto mejor guardado” y, como reza el eslogan del Ministerio de Turismo, el “verdadero riesgo” de este país “es que te quieras quedar”.