Texto y fotos: Alfonso Sampedro
Basta un breve recorrido por sus calles y plazas para que Cádiz encandile y fascine a quienes la visitan o la disfrutan de forma permanente. Conocida popularmente como la “Tacita de Plata” es la ciudad más antigua de occidente. La fusión de culturas a lo largo de los siglos han conformado el Cádiz de hoy. Fundada por lo fenicios en 1100 a.c , pasó a ser importante colonia comercial por la que transitaron cartagineses, romanos, visigodos y musulmanes.
Colón la eligió como punto de partida en su segundo viaje a la Indias y debido al declive de Sevilla, se convertiría más tarde en el puerto principal hacía el Nuevo Mundo alcanzando su madurez en el siglo XVIII, época en la que triplicó su población y en la que gracias al monopolio comercial multiplicó tanto su cultura como sus riquezas. Importancia económica que decayó tras la emancipación de las colonias americanas.
Convento de Santo Domingo
Vitral Iglesia de Santo Domingo
Fue en aquella ciudad milenaria donde las Cortes Generales, reunidas extraordinariamente, redactaron y promulgaron la que sería la primera constitución española y una de las más liberales de la época, la de 1812, conocida como La Pepa o simplemente como La Constitución de Cádiz
Riqueza de luz y color
Para pasear por Cádiz lo que tenemos que hacer es justamente eso: pasear, perdernos por el entresijo de sus calles y plazas siguiendo algunas de las cuatro rutas perfectamente señalizadas (azul, morada, naranja y verde) y decidimos centrarnos en dos: la morada o ruta de “cargadores a Indias” y la naranja o “ruta de los castillos y baluartes”.
Calle del centro histórico
Cádiz como ciudad histórica y milenaria está plena de monumentos, plazas emblemáticas, edificios singulares, teatros, iglesias, catedrales (la nueva y la vieja), personajes orgullosos contemplándola desde lo alto de sus pedestales como aquel dedicado a Moret, insigne hacendista, literato y político que altivo se alza en la Plaza del Ayuntamiento… y así un sin fin de lugares repartidos a lo largo y ancho de su casco antiguo que es a su vez un compendio de la historia de España.
Plaza de San Juan de Dios (Ayuntamiento)
Iglesia de San Agustín
Iglesia nuestra señora de la palma
Es mucho lo que deslumbra a quienes recorren sus largas y estrechas calles que se prolongan en un infinito punto de fuga. Todo es sobrecogedor aunque lo verdaderamente increíble es la luz que emana. “Salada claridad” decía de ella Machado, “blanca Afrodita” Alberti y para el poeta y dramaturgo francés Théophile Gautier “No existen en la paleta del pintor, ni en la pluma del literato colores bastante luminosos para dar la impresión brillante que nos produjo Cádiz en aquella mañana gloriosa”.
Calle del centro histórico
Es un goce para los sentidos ver como esa luz se filtra a través de las ventanas desde las que se contemplan las fachadas blancas de los edificios y en donde los cristales reflejan partes de la ciudad como si de obras de arte se trataran.
Impacta la panorámica que se nos brinda cuando se accede a lo alto de la torre de la catedral en donde se puede comprobar, además de la belleza de la ciudad, como el blanco, en perfecta armonía con los rojos y naranjas de muchas de sus azoteas y los azules de cielo y mar, es el color dominante del inmenso paisaje urbano que se nos presenta ante nuestros ojos. Utilizando la cámara a modo de telescopio se recorre lentamente la capital en toda su extensión encontrando un sin fin de composiciones geométricas que poco a poco van apareciendo y sorprendiéndonos a través del visor de nuestra cámara.
Campanario de la catedral
Panorámica desde el campanario de la catedral
Detalle de la ciudad
Tejados vistos desde la catedral
El juego de imágenes que se pueden captar en el conjunto de esas fachadas blancas que reflejan tan intensamente la luz, así como las combinaciones que se pueden formar son interminables: mezclas de líneas, cuadrados y rectángulos formando cuadrículas casi perfectas aparecen por doquier de tal manera que si algunas de ellas se pintaran de rojo, amarillo y azul asemejarían obras de arte como las del celebre pintor holandés Mondrian.
Patios traseros
Patio interior de un edificio de viviendas
La luz no termina con el día, cambia poco a poco según se va aproximando la noche pasando desde una amplia gama de azules y mudando a tonos rojos, ocres y naranjas hasta alcanzar el negro casi total en lo que podemos considerar un espectáculo de luz y color. En esa exhibición multicolor las fortalezas de Santa Catalina y San Sebastián, defensoras de la ciudad en el pasado, aparecen como mudos espectadores y a la vez protagonistas de atardeceres inolvidables en los que algunos pescadores se apuran en formar parte del decorado intentado pescar algo en la playa de la caleta bellamente decorada con barcas de pescadores y el balneario de La Palma, construido en la década de los veinte que con sus largas galerías parece abrazar el mar.
Atardecer con el castillo de Santa Catalina al fondo
Playa de La Caleta
Malecón al castillo de San Sebastián
Dejamos para más adelante la ruta azul o de “la Constitución Gaditana” y la verde o “recinto medieval y puerta de tierra” sin olvidarnos que para Cádiz la luz lo es todo.